Frankie Dunn (Clint Eastwood) ha entrenado y representado a los mejores boxeadores durante su dilatada carrera en los cuadriláteros. La lección más importante que ha enseñado a sus boxeadores es el lema que guía su propia vida: por encima de todo, protégete primero a tí mismo. Tras una dolorosa separación de su hija, Frankie ha sido incapaz durante mucho tiempo de acercarse a otra persona. Su único amigo es Scrap (Morgan Freeman), un ex-boxeador que cuida del gimnasio de Frankie y sabe muy bien que tras la arisca imagen de su colega, hay un hombre que acude a misa diariamente desde hace 23 años, buscando una redención que hasta ahora le ignora. Entonces, Maggie Fitzgerald (Hilary Swank) aparece un día en su gimnasio. Maggie nunca ha tenido mucho, pero sí posee algo que muy poca gente en el mundo tiene: sabe lo que quiere y está dispuesta a hacer lo que haga falta para conseguirlo. En una vida de lucha constante, Maggie ha llegado hasta donde está apoyándose en su talento, concentración y fuerza de voluntad. Pero más que nada, lo que desea es a alguien que crea en ella. La última cosa que Frankie necesita en este mundo es asumir ese tipo de responsabilidad y no digamos de riesgo. Sin rodeos, le describe a Maggie la amarga realidad: ella es demasiado mayor, y él no entrena a chicas. Pero la palabra no carece de significado cuando no se tiene elección. Incapaz de abandonar su máxima ambición en esta vida, Maggie se machaca cada día en el gimnasio, con el único apoyo de Scrap. Finalmente, convencido por la irrompible determinación de Maggie, Frankie acepta a regañadientes entrenarla.