La idea de profanar una tumba y el cadáver enterrado en ella suscita
los más terribles presagios de mala suerte y muertes.
Es algo que subyace en nuestra conciencia social y que nos empuja a buscar explicaciones irracionales en sucesos que difícilmente pueden entenderse.
Aquel 26 de noviembre de 1922 se desató la maldición más terrible conocida por el mundo: la maldición de Tutankamon. Aquel 26 de noviembre, a las puertas
de la tumba se encontraron Howard Carter, su descubridor, Lord Carnarvon, su mecenas, lady Evelyn Herbert, hija de Carnarvon, Arthur Callender,
su ayudante, y hasta 20 personas más, entre ayudantes, científicos y altas personalidades.